Más o menos así cuenta Samir, escultor acapulqueño, cómo surgió su obra “Sirena costeña”, mujer con cola de pescado y bastantes kilos de más (léase gordísima), que fue colocada frente al mar y repudiada por varios artistas plásticos y gran parte de los porteños a través de los medios de comunicación.
Desconozco el currículum del escultor, pero sí comprendo, como él, que las obras de arte y su belleza están asociadas a unas determinadas necesidades existenciales, ya sean éstas materiales o espirituales.
Por otro lado, sí conozco el trabajo del maestro Hugo Zúñiga, artista plástico con premios internacionales, y me sorprende su rechazo a la “Sirena costeña” tachándola de mostruosidad que ofende a las mujeres de la costa y al arte…
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Los párrafos anteriores los redacté antes del Festival Internacional de Cine de Acapulco. Después, una noche, durante un cóctel en el Hotel Villavera volví a ver al maestro Zúñiga. Y corrijo. NO me sorprende su rechazo a la “Sirena costeña” tachándola de mostruosidad que ofende a las mujeres de la costa y al arte, puesto que quien lo dice es ahora un fantasma que se erige (él solito) como el patriarca cultural del puerto y que a últimas fechas se dedica a pintar retratos de artistas de cine famosos. Nada trascendental. ¿De nosotros los porteños? No sé que decir. Desconozco cuáles son nuestras necesidades existenciales. Mira que pensar que a Ángel Aguirre se le van a olvidar las mañas priistas por pasarse al PRD o que a Manuel Añorve se le perdonará el estado en que dejó a Acapulco sólo por ser cristiano (¿Por cierto, qué pensarán los cristinos de eso?).
En fin, ya lo dijeron por ahí: México (para mí, los mexicanos) es (somos) un país ballena que se siente ajolote. ¿La culpa? De los medios de comunicación. Ellos son los creadores de la imagen de nuestra patria (de nosotros).
* Un pendiente. Hace un par de semanas vino el maestro ruso Vadim Brodski a tocar con