Disculpa
si te escribo estas palabras en lugar de tomar el teléfono y marcarte e
improvisarlas. Me sé bastante incapaz de trasmitir lo que siento y pienso como
debe ser. Tal vez hubiera sido mejor un
correo electrónico o un mensaje de texto, no sé, tal vez sólo el silencio -que
es excelente para suprimir una emoción- pero me es imposible callar este día.
A la hora de llenar montones de hojas sueltas garabateando
estos meros apuntes, he dado con algunas líneas que me han sacado varios gestos
y despertado recuerdos de hace ya más de treinta y cinco años.
¿Treinta y cinco? Sí, pero los años no son más que años, la
manera que nos inventamos para calcular el tiempo y llevar una cuenta, una que
no nos dice más allá de por cuánto tiempo hemos respirado y que es mala a la
hora de calcular una vida.
Y es que la vida de una persona no se mide en segundos, ni
en semanas, ni meses, ni años; es inútil medirla en términos cronológicos ya
que está hecha de algo más profundo; cómo medir el dolor, el esfuerzo, las
sonrisas… Cómo contar uno a uno los momentos de soledad, los minutos felices,
lo que entregamos y recibimos... Cómo pensar que el tiempo, tan mortal, guarda
las memorias de lo que no perece…
Algunos de los gestos a los que me refiero trajeron un
recuerdo de la adolescencia con una presión tal que los detalles se recortaron estrepitosamente: una tarde, una discusión, una pelea… ¿Qué dijiste? ¿Qué te dije? No lo sé por el momento, tal vez todo comenzó con algún regaño duro propio de tu carácter, tal vez con algún insulto típico de mi constante rebeldía pero por ahora sólo veo cómo tú y yo al final nos fundimos en un abrazo largo y fuerte bañados en lágrimas después de descubrirnos madre e hijo...
Y no creas que he
olvidado, pues no hay olvido del agua salada, pero desde entonces sí sé que todo
lo que has hecho, lo que me has entregado, el amor que expresas en tus
actos, la manera en que vives, tus sueños, tus miedos, tus desilusiones... cada
paso recorrido y los que te faltan por recorrer, ha sido tu vida, y de esa
manera la voy a celebrar siempre; no por una fecha en especial ni por los años
que cumples, sino por lo que has hecho de tu existencia.
Ahora que repase las líneas que resultaron meros apuntes en montones de hojas sueltas, pienso en los centenares de textos sueltos y fragmentarios que no podré escribir para ser tan claro y preciso y poder darte las gracias por haber hecho de ti lo que eres y permitirnos disfrutarlo.
Ahora que repase las líneas que resultaron meros apuntes en montones de hojas sueltas, pienso en los centenares de textos sueltos y fragmentarios que no podré escribir para ser tan claro y preciso y poder darte las gracias por haber hecho de ti lo que eres y permitirnos disfrutarlo.
Besos y un abrazo.