3 oct 2012

Tlatelolco


Los únicos que aprendieron algo de los hechos de Tlatelolco en 1968 fueron los poderes fácticos de este país, y ese algo fue: se puede matar a un puñado de estudiantes sin que se alebreste todo un país.
Tan es así, que ya en la década de los años setenta, las persecuciones contra líderes vueltos guerrilleros se extendió más rápido que el supuesto comunismo que profesaban, al tiempo que los medios de comunicación comenzaban su tarea “educadora” con las masas (Chabelo empezó ese año), mismas que ahora con el propósito de reunir los fragmentos de una vida que se quiere percibir a sí misma como única, necesitan crear un mito: el 68.
Miembros de una generación que nada ha vivido, los jóvenes de ahora tienen la necesidad de creer en algo para mantener las dudas y la desesperanza a raya y alcanzar la suficiente certeza como para vivir en paz. Y yo, enfermo y amargado como soy, no puedo estar más de acuerdo mientras leo sobre la “cuarentaytresavavez” (es adrede) que se marcha en el país en recuerdo de aquellos estudiantes en la plaza de Tlatelolco.
¿Pero eso es bueno, malo…?
No pretendo criticar los hechos del 68 en sí, ni a los involucrados directamente (mi padre, uno de ellos), y no quiero extenderme mucho (debo estar en cama lo más pronto posible) pero los jóvenes que ahora marchan, gritan y protestan están muy distantes de aquellos a los que pretenden emular.
¿Han leído La noche de Tlatelolco, de Poniatowska? (la nueva, la que ya no tiene los casi 50 errores según González de Alba) ¿El gran solitario de Palacio, de René Avilés Fabila? ¿Los días y los años, del mismo Luis González de Alba? ¿Días de guardar, de Carlos Monsiváis? o ¿Tiempo mexicano, de Carlos Fuentes?
            No, para nada. Y dudo que incluso, muchos jóvenes marchantes sepan leer adecuadamente o se comporten como aquellos del 68, muchos de ellos buenos estudiantes. 
         Y para muestra, un botón: según una encuesta realizada en la capital del país, los jóvenes actualmente se dan a entender con sólo 85 palabras en promedio.
       Horror.
 Al olvido entonces aquellos líderes que predicaban con el ejemplo, como el famoso Mosch, líder estudiantil de los noventa, quien obtuvo la más alta presea de la UNAM, la medalla Gabino Barreda, que se le da únicamente a quien obtuvo diez en su promedio de estudios y que rechazó…
            ¿Entonces, qué pasó?
Pues que siempre sí el dos de octubre sí se olvida.
O no se olvida.
O según nos convenga...
Habrá que esperar a que el halo que van dejando a su paso los del Yo soy #132 dé la talla y esa generación sí aprenda algo de Tlatelolco porque no es lo mismo protestar que marchar.


7 comentarios:

Gregorio Cervantes Mejía dijo...

Coincido bastante con este comentario tuyo.
Quien sacó mayor provecho del 68 fue, justamente, el Estado: no sólo inventó de inmediato a Chabelo, sino todo un abanico de recursos educativos que van desde Raúl Velasco hasta el Conaculta y que le permitió anestesiar de manera permanente a la población de este país. Así que, visto desde esa perspectiva, Tlatelolco fue el detonante del control de masas en que estamos inmersos y no de ese supuesto proceso democratizador que tanto se pregona.
Al final, me parece, quedaron en el olvido los objetivos y el espíritu del movimiento original y se convirtió en un monumento a la nostalgia revolucionaria

Anónimo dijo...

Creo que hay un punto que todos vemos pero nadie quiere tocar, que tan bien lo harán nuestros jóvenes de ahora. Desafortunadamente son producto de una sociedad indiferente (un sistema educativo deficiente, unos padres demasiado ocupados o desidiosos que endilgan la educación de sus hijos a otros), y carecen de susficiente conocimiento o impulso de conocer lo que ha pasado y lo que no hay que repetir.

PATRICIA GUITERREZ

Anónimo dijo...

Como bien dices, mas que protestar hay que exigir, lo que se ratifico ya no cambiará, pero en ellos está el hacer cumplir lo que quieran y necesiten, y en todos nosotros también, porque los políticos no nos hacen favores al escucharnos y hacer cosas en beneficio de la sociedad, ésa es su chamba, y todos nosotros sus jefes, son servidores públicos

PATRICIA GUTIERREZ

Anónimo dijo...

Muy cierto lo que dices de los jóvenes de ahora, muchos según protestan solo cuando les conviene, no persiguen ningún ideal.

Xochitl Ramírez

Anónimo dijo...

Conciso. Pero a pesar digamos de su púber, el movimiento metió gasolina y cierta presión, pero se toco la campana y tuvieron que regresar a clases y el resquebrajamiento está devorando al movimiento, si es un deber estudiante leer, pero ¿realmente quisieron emular a los sesentero? O fue una irrespetuosidad espontanea para democratizar a los medios.
Otro libro que se puede recomendar es el de Jorge Volpi “La imaginación y el poder”,
Del 68 se cosecharon frutos no con inmediatez, del 132 ¿los tenderemos?
Aquí además no se termino con una matanza, quizá en lo sucesivo pero quirúrgica.

Anónimo dijo...


Gracias por compartir, Ricardo. Definitivamente un texto enriquecedor.
Saludos.

Martha Echevarría

Rafael Guerra dijo...

Coincido. Un placer leerlo.